3.4.10

Mi jefe no se entera

Estoy con mi ordenador portátil en el avión de Nueva York a San Francisco y me dispongo a escribir unas líneas para la revista Ideas sobre el momento de internet y las nuevas tecnologías. Casi por inercia iba a empezar a escribir sobre las consecuencias tan profundas que los cambios tecnológicos están produciendo, cuando se me pierde la mirada en el siempre inoportuno carro de bebidas y me doy cuenta del cúmulo tan enorme de cambios que se están produciendo a nuestro alrededor y de los que aún no hemos ni siquiera acariciado la magnitud de sus consecuencias.

Despegando la mirada del carrito de las bebidas descubro que este ordenador portátil está conectado a un enchufe y tiene internet a 35.000 pies de altura y 700 km/h. Acabo de hablar por video conferencia con un par de persona en mi oficina a través del chat de mi correo Gmail, donde por cierto puedo encontrar cualquier correo de mis últimos 5 años en décimas de segundo. En el bolsillo tengo un teléfono con el que hago más cosas que con mi ordenador de hace 3 años, y donde tengo más de 3.500 canciones, la música que he ido recopilando a lo largo de toda mi vida. Miro a mi alrededor y tengo a 3 personas leyendo libros electrónicos, dos Kindles y un Sony Reader. He pedido mi comida a través de la pantalla táctil de mi asiento que la azafata de VirginAmerica me ha traído en dos minutos… podría seguir describiendo una vida que para mí es ahora normal y hace tan solo unos años era auténtica ciencia ficción.

La velocidad con la que los cambios tecnológicos se están incorporando a nuestras vidas tiene una doble peculiaridad sobre la que debemos reflexionar. Por una parte tardamos muy poco como usuarios en acostumbrarnos a estos cambios y a hacerlos parte natural de nuestras vidas. Por otra parte contrasta esta facilidad con la que los consumidores asumimos estos cambios, con la dificultad de incorporar estas mejoras tecnológicas a los modelos de negocio y los entornos empresariales: muchas oficinas tienen ordenadores de más de 3 años con conexiones limitadas a internet . Pero el problema más importante en esta disparidad entre consumidores y corporaciones, no es el espacio que les separa en el estado de adaptación a las nuevas tecnología, sino la incapacidad de los equipos directivos de las empresas para tomar decisiones que corrijan esta situación.

Es un problema estructural que hace que la dificultad inicial se haga aún más aguda. Los ejecutivos con más poder de decisión son lo que menos quieren arriesgar y los que por naturaleza menos entienden las implicaciones de los cambios tecnológicos. Saben cómo gestionar sus negocios con las reglas del pasado, pero no llegan a entender las implicaciones de los cambios que ya son parte de nuestras vidas. Vivimos en un mundo donde los cambios tecnológicos son cada vez más rápidos y de dimensiones cada vez mayores. Y tenemos un problema: los equipos directivos de nuestras grandes empresas están en otra guerra, la guerra de ayer, no la de mañana.